Yo he sido...
Separador de Puestos.- Cuando me enteraba de algún concierto, llegaba temprano a hacer fila de las diversas localidades. Mientras más primero estaba ubicado, mejor. Una vez que notaba que la fila era bastante larga, le vendía mi puesto a quien recién llegara.
Los cojudos reguetoneros pagan nomás. De hecho, mi computadora la compré con ese dinero, y ahora miren el uso que le doy.
Traductor en Aereopuertos.- Me mandé a estampar una camiseta negra que decía "I speak English". Me paraba a la salida internacional a esperar que gente interesada me pidiera ayuda. Las propinas eran buenas, y se puso mejor la cosa cuando me llevaban en sus viajes también.
Todo terminó cuando los guardias por fin se percataron de lo que hacía.
Catador de Encebollados.- Mmm... como extraño este oficio. Existen algunas mafias entre las picanterías de Guayaquil. Un día me llamaron para ser catador de sazones en muchas picanterías de la ciudad. La gran mayoría de puestos de comida que hoy ven funcionan gracias a mi encamador paladar. Tuve que dejar el puesto porque una vez me metí en un pito tan feo que temía por mi vida: No me había gustado el encebollado de el man que actuaba del Payaso Fresco Solo, y por eso nunca le dieron permiso municipal. El hombre me estaba buscando.
Ayudante de Forense.- Ustedes jamás tendrían los huevos para trabajar de ayudante de forense y en el turno de la noche. He visto toda clase de heridas, enfermedades, cadáveres, tripas, intestinos, huesos salidos, deformaciones, putrefacciones, cortadas, abaleados, quemados, reacciones post-mortem, secreciones, olores, y toda clase de huevadas que ni se imaginan.
La parte más arrecha es serruchar cráneos.
Campanero.- Pero de estrellas de farándula que tenían sexo en lugares poco ortodoxos. Vigilaba que nadie los fotografíe.
Forjador de Hierro.- Uno de los trabajos más masculinos que existen. Yo forjaba hierro en la Cemento Nacional. Me botaron porque una vez derramé la caldera.
Mi vida siempre ha sido muy interesante.