La juventud está perdida.

El otro día regresaba a mi casa, cuando un ruido me hizo entrar en alerta. Al parecer algún ratero se había metido a mi casa, o por lo menos estaba rondando en la entrada que da del lado de mi habitación.

Mi enfado era porque solo tenía a mano mi navaja, y arriesgarme a buscar el machete se veía como una jugada poco efectiva.

Cual película de Duro de Matar, me asomé lentamente haciendo a un lado la cortina, y cual es mi sorpresa que encuentro una parejita de jóvenes culeando escondidos en la cerca de mi casa.

Me cago en Dios.



Chucha. Vamos a hablar seriamente del asunto. El mundo hace años que se ha ido a la mierda. ¿Qué precio tiene la paz? ¿Te has puesto a pensar cuánto te cuesta un poquito de tranquilidad en tu vida? Vamos haciendo cuenta.

Muchos años atrás vivía en un barrio de mierda. La gente se me asomaba en las ventanas, me saludaba, me preguntaba que cómo me va ¿A quien chucha le importa? ¿Vas a hacer algo para que me sienta bien, tarado de mierda? Me ponían música de mierda, se veían huevadas, en fin, todo lo que un macho intolerante detesta. Apenas tuve la oportunidad busqué una casa lo más lejos posible. Antes de ser el barrio que es ahora, donde yo vivo era un desierto maravilloso; no había nadie y yo podía gozar en la vida en la manera en que nosotros lo hacemos mejor: SOLOS.

¿Que cuanto me costó ese chiste? jeh... en ese momento no importaba, mejor dicho casi nunca le presto atención a la cifra en dólares. Lo cierto es que desde esa temprana edad comprendí que la paz cuesta. 

Hoy, muchos años después de mi primera emancipación, la huevada vuelve a suceder. Repitiendo la pregunta formulada, por unos momentos de paz invierto mucho. Revestimiento contra el ruido, audífonos, conseguir algo con que tener cojudeados a tus amigos para que se ocupen en otras cosas y no te molesten, comprar un celular para que la loca idiota de tu novia no diga que no tiene como localizarte, pagar planillas para que el municipio no te joda, total, una catarata de esfuerzo con la esperanza de alcanzar la meta en la vida: que no te jodan.

Caramba, yo no hablo tonteras, cualquier país del mundo invierte fuerte billete en algo tan simple en la vida como es el que no lo jodan a uno. Ahí tienen a Israel, un país armado hasta los dientes, tecnología de punta, ¿No se te pasó por la mente que su gobierno metio un fuerte billete en preparar a sus intelectuales e invirtió bastante en investigaciones y teconología para ser la amenaza que es hoy en día? Y cojudo el que le perturba la paz.

Ahí tienen a Estados Undos, en su paranoica  incansabe lucha contra el terrorismo, no hay aereopuerto donde no te revisen los calzoncillos a ver si no llevas un cortauñas con el que podrías mandarle abajo un avión en todo el centro de la Casa Blanca, todo para evitar algo tan puro y sencillo, amigos míos: ¡Que no le jodan la vida!

¿Qué hay que hacer para que a uno no le jodan la paciencia? ¿Cómo les hacemos entender que uno simple y sencillamente no está interesado en perder un segundo de nuestro valioso tiempo en pendejadas tan inverosímiles como ir a las Olimpiadas del colegio o comprarle el putito regalo de cumpleaños a esa gorda hija de la amiga de tu mamá que ni conoces, y explicarle que más importante para ti es quedarte en la paz de tu cama viendo peleas de hombres sacandose la chucha que jugar al hipócrita con la sociedad que ni me conoce?




Es por eso que retomando el cómico encuentro con la parejita aquella que estaba haciendo el amor en las afueras de mi casa, todo muy cómodo en el polvo del suelo (pensando que la barrera externa de mi casa los escondía de los ojos del vecindario, pero sin pensar que no los escondía de MIS ojos), yo tenía en mis manos dos opciones:

A: Pegarles el susto de sus vidas, echarles agua con hielo, pegarle un batazo en la cabeza al muchacho (que les aseguro no pasaba de los 16 años, todo malandro el hijo de puta ese) tomar a la chica y poseerla.

B: Esperar a que terminen y decirles que se vayan.


Aunque ustedes no lo crean, opté por lo segundo.


Fué un espectáculo asqueroso (la chica no estaba cómoda, y el bobote ese no la hizo acabar como todo macho tabernáculo debe, el muy gilipollas. Yo le hubiera pegado una culeada espectacular a la chica) sin embargo me la tuve que tragar hasta que me di cuenta que el enano ese terminó con lo suyo. Fue ahí cuando me tocó intervenir desde mi ventana.

-"Flaco, esto no es culeadero" 

Jamás me voy a olvidar la cara de espanto que puso el muchacho ese, jajajaja.... Solo atinaba a subirse los pantalones y decirme "Ya maestro, tranquilo nomas, yo no sabía que esta casa no estaba vacía. Ya ya ya ya nos vamos. Usted sabe jefe, la necesidad"

Yo tuve que tranquilizarlo - Ya ya ya careverga, tranquilízate que no te voy a hacer nada. Debería llamar a la policía pero ¿Sabes qué? No lo voy a hacer, solo porque estoy seguro que ustedes no saben lo que hacen. Mírate tu bobote, pegando un palo y sin condón. Y eres hasta un miserable, mírala a la bebe donde la traes, no la quieres.

-"ya jefe, es que usted sabe, la necesidad y andaba chiro"

-"ya careverga, váyanse de aqui y no los quiero volver a ver"-les dije.

La muchacha se vistió y ambos saltaron la cerca para salir con la vergüenza encima de que los vi copular. Hay que ver como está la juventud de hoy en día, en la mierda, solo porque no piensan antes de hacer las cosas, todo porque CREEN que saben lo que hacen o que "ya son grandes".

A mi me dejaron fastidiado de solo ver que se metieron a mi casa a hacer semejante falta de respeto. Ya voy a poner alambre de púas alrededor de toda mi casa, para que ya no sucedan esta clase de cosas ¿ven que ya me toca gastar en otra cosa para tener algo de paz en esta mierda?


Y como toda anécdota, siempre debo sacar una reflexión y morlaja. La moraleja es:









"Ya limpia la cerca de tu casa y saca ese monte, hijo de puta, que la gente cree que ahi en la casa no vive nadie"