Un Cuento Encamador de Navidad 4











Este documento navideño fue desencriptado del disco duro personal de Julian Assange, fundador de Wikileaks. Este disco duro probablemente sea el objeto cuasi-místico más peligroso y revelador actualmente. Tomará décadas terminar de revelar y comprender la información que guarda.













Un golpe débil sonó en la gran puerta del despacho de la  Ministra de Deportes. Al primer sonido, ella ignoró y siguió atendiendo el teléfono, pero ya al tercer golpe se molestó. Se dirigió a la puerta y no había nadie cerca, todos los oficinistas estaban en su sitio. Fue ahí cuando pasó un pequeño carro de juguete a control remoto entre sus piernas y se metió en la oficina. 

Como tonta, persiguió aquel carrito, que se escabullía entre las patas de las sillas, debajo de la mesa, y rodaba más rápido que la Ministra. Hasta que de repente se detuvo en el centro de la gran oficina, y la Ministra furiosa se acercó a agarrarlo, y al voltearlo encuentra un papel de cuaderno pegado con cinta adhesiva.

"Arde".

Los titulares de los diarios nacionales colocaban en letras grandes que ocupaban toda la portada cosas como "Negra Navidad" "Atentado Navideño" "Explota Ministerio de Deportes" "Trágica muerte de Ministra de Deportes". 

Devon García arrugaba el periódico con ese último titular. "Estúpida prensa" -decía ella- "No es posible que pongan titulares así ¿Como que "trágica muerte"? ¿Cuándo ha habido entonces una "afortunada muerte"? Pendejos" y se colocaba las gafas oscuras, para asomarse por la ventana y ver las tropas y los policías movilizándose por las calles.

Sabía lo que debía hacer. Subió a su auto clásico y se dirigió como pudo hasta un edificio gubernamental, que afuera aparentaba dedicarse a una cosa, pero gente que conoce los secretos sabía que era para otra cosa. Bajó por las escaleras y entró al gran salón.

"Ya deberían cambiar y dedicar el ascensor para bajar aquí, y las escaleras para los trámites públicos" dijo Devon al grupo de hombres allí reunidos ante una mesa amplia.

-Eso no se cambiará y me sigue pareciendo un buen despiste. Ahora, detective García, la orden del Presidente es asegurarse que las evidencias no incrimine a ninguna nación extranjera".

-Sabe que odio cuando se habla con redundancias; toda nación es extranjera. Espere ¿Qué evidencias?- reclamó Devon.

Aquel alto mando militar de bigotes como cepillos soltó una risa y sacó una funda plástica con restos carbonizados y los puso sobre la mesa, cayendo ceniza y polvo con varios trozos que no parecían otra cosa que plástico quemado.

-El muy cabrón deja pistas.- aseguró el oficial al mando.

Devon tomó un cubo, muy perfecto y conservado, y no estaba quemado, era solo puro hollín que se podía quitar con un paño mojado. Ella conoce estos artilugios, solo que se supone que son más grandes.

-Es una pequeña caja negra- respondió Devon.

En eso un hombre con una amplia calvicie entró corriendo al salón, con papeles en la mano y gran desesperación. Algunos oficiales sacaron sus armas pero se calmaron al reconocerlo.

-¡El vuelo del presidente de Italia ha caído en el Atlántico! - dijo aquel hombre, jadeando de cansancio - Está en todos los canales-.

Devon no cree en las coincidencias -¡¿Qué es esto?! ¡¿Masacre de Navidad?!- Le llegaba un mensaje a su celular: 10.000 reggaetoneros envenenados en un concierto de Música Urbana en Venezuela. Esto pintaba a tornarse en un día demente. Agarró la caja negra y salió corriendo a encontrar su auto. No pudo, había mucha gente histérica corriendo en media calle, paralizando el tráfico, andando inclusive por encima de otros autos, era una locura. Comenzaron los saqueos en centros comerciales, en un flash informativo apareció que una convención de cosplayers en México se convirtió en tragedia cuando alguien cambió el contenido de botellas para soplar burbujas, y literalmente se creó una lluvia ácida. 

Como vio que todo camino estaba bloqueado, Devon optó por regresar, tomar el ascensor y llegar hasta el techo. Todos los oficiales estaban tomando dos helicópteros, uno de ellos ya despegaba, y Devon pidió subir a uno.

-Necesito que los militares examinen esta evidencia- gritaba Devon. La dejaron subir. Desde arriba las cosas se veían caóticas: Columnas de humo negro en distintos sectores, el tradicional árbol de Navidad gigante en medio de todo eso, un panorama terrible. Durante el vuelo, en los monitores visualizaron que lanzaron la alerta roja mundial. Misiles de Corea del Norte, la India, Estados Unidos y portaviones ubicados en las costas de Argentina, España y Sudáfrica estaban lanzando misiles, cuyos objetivos eran centros financieros y bancos de diversos países. Probablemente el fin del mundo era orquestado por una organización terrorista y no había ni sospechas de quién podría ser.

Pasó más de una hora de vuelo. Al bajar del helicóptero, Devon exigió entrar al centro de Investigación Militar, los soldados se lo impedían. -¡El dinero del mundo está siendo quemado con misiles y ustedes están protegiendo cosas que ni entienden, déjenme pasar mierda!- gritaba Devon. El comandante, más anciano, recién llegaba para dar la orden de que la dejen pasar.

El jefe militar encargado de la división tecnológica de investigación los recibió, indicándoles que estaban al tanto de la situación mundial y que en cada ataque terrorista se encontraban cajas negras, solo faltaba el reporte del avión del Presidente italiano.

-Y la que tengo yo- dijo Devon mostrando su caja negra sacada del bolsillo.

Casi inmediatamente científicos militares lo tomaron para estudiarlo, cuando varias pantallas gigantescas que recibían señales de todo el mundo se iniciaron. En cada pantalla aparecían líderes mundiales.

Quien estaba al mando se paró en la zona central del salón y se dirigió hacia las pantallas: -Caballeros, al parecer tenemos la pista que faltaba y ya estamos recibiendo el reporte de la caja negra del avión presidencial italiano. Haremos un examen en vivo para que todos puedan verlo-. 

La computadora central recibió todos los datos, comenzó a reproducir imágenes de todas las piezas, y comenzó a unirlas digitalmente. Al final, entre tanta parafernalia informática, encontraron solo este dato "90n 0o".

-Señores- dijo el General- es evidente que la secta terrorista nos acaba de enviar las coordenadas de su ubucación, y nosotros responderemos. Entramos en estado de guerra.-

Rápidamente cada soldado que existía en ese lugar tomó un arma y salió corriendo del edificio, asi como en las pantallas se veía a todas las tropas internacionales dirigirse a la coordenada geográfica que indicaba el dato: El polo norte. 

Pero Devon, antes de acompañar a cualquiera, detuvo su paso y pensó de dónde habían salido estas pistas: De un ataque al Ministerio de Deportes, de un concierto de reggaetón, de una convención de cosplay, de un banco, del avión presidencial de Italia...

Fue ahí cuando lo comprendió todo.

Agarró un jeep militar y salió en sentido contrario y arrancó. Tumbó una reja que servía como puerta y atravesó la pampa árida hasta llegar a la primera carretera que la devolviera a la ciudad. Recibió la llamada del General: "Detective García, ¿A dónde cree que va?"

-Conozco quién está detrás de toda esta locura. Es mi ex. 

Devon metió el jeep entero en una casa, a toda velocidad y gritando, al chocar se bajó y sacó su arma. El sitio estaba hecho pedazos, pero quedaba una puerta en pie. Devon la tumbó de un patazo y ahi adentro estaba Papá Noel amarrado en una silla, con los ojos y la boca tapados, con su espesa barba canosa maltratada. Ella no entendía lo que sucedía.

-Sé que estás aquí, hijo de puta, sal.

La puerta se cerró y una voz muy calmada le contestó: -No invoques al diablo. Se te puede aparecer.

Devon giró rápidamente y disparó tres veces sin ver a dónde. Papá Noel solo gemía, y atrás de él, surgió una figura de entre la oscuridad, lo tomó del cuello y habló.

-Primor, creí que cuando uno termina al menos puede seguir siendo amigo.

-Encamador ¿Por qué haces todo esto?

-Porque nadie más lo hace. Me tiene arrecho, harto, cabreado que todo el mundo está conforme con la mierda de status quo que tienen. Este viejito tenía el poder, el poder por un día, ¿Y a qué se dedicaba? A repartir regalos a los pobres, a los ricos, a los que se portan bien, a gente que ni conoce, es mentira que los conoce a todos, no me conoció a mi, ahora quiero mi regalo. Dame... dame mi regalo.-




-Espera un momento- le dijo Devon, aún apuntándolo con el arma- ¿Ese es Papá Noel? ¿El del cuento?

-Sí estúpida, existe, gracias a él tuve acceso a todas las cartas del mundo. Militares que pedían pendrives para Navidad, asi tuve acceso a las instalaciones militares que dirigen los misiles. Idiotas que pedían autos a control remoto, un presidente que no te diré que pedía putas en su avión, y cosas así. Te digo, este viejito lo podía todo. 

-Eres un asco, Encamador. Maldita sea la hora en que te conocí.

-Oh no, aún no es tiempo de que te arrepientas. Solo quiero una llamada, y luego, tienes mi permiso para disparar.

Papá Noel lloraba tratando de soltarse.

-Te daré mi celular- se lo lanzó a Encamador - No intentes nada estúpido.

-Devon, jamás he hecho algo estúpido hasta ahora...-

Atrapó el celular, sin soltar a Papá Noel, y marcó un número. En el Polo Norte, toda clase de ejército militar cruzaba los témpanos de hielo, y de repente, una luz intensa que fue capaz de ser vista desde el espacio exterior hizo volar en pedazos a todo el casquete polar, en una explosión dantesca, terrible, espantosa. Hiroshima quedó relegado a una broma pirotécnica.

La tierra entera tembló, mientras Encamador sonreía. 

-Feliz Navidad, Devon. Ahora soy todo lo que te queda en este mundo.

Y Devon no entendía lo que pasaba.








Para comprender el sentido de la Navidad que esta página web ofrece, sugiero entretenerse leyendo las anteriores publicaciones de esta saga: