Un Cuento Encamador de Navidad #3


[Si quieres leer las anteriores entregas de esta saga Navideña, las puedes encontrar aquí:

-Un cuento Encamador de Navidad 1

-Un cuento Encamador de Navidad 2

Feliz Navidad, hijuep...]

A finales del siglo XXI, Encamador desapareció. La respuesta más acertada es que finalmente había muerto de ancianidad, así lo indicaban todos los titulares de la prensa en Internet. Ciertos investigadores insistían en la teoría de la desaparición, puesto que no hallaron el cuerpo, y la taza de chocolate y galletas estaba ahí en su mesita, intacta. Ya nada más esa locura le faltaba: que desaparezca sin dar más razones.

Es que a nadie sorprendía su muerte. Había explotado bombas de pintura en el palacio de Carondelet durante el Golpe de Estado a Quishpe en el 34, boicoteó el lanzamiento del primer satélite ecuatoriano en el ´36 y humedeció todos los explosivos para dinamitar el viejo edificio del Ministerio de Cultura en el verano del ´37. Nunca lo habían cogido preso, nunca encerraban al correcto, ni siquiera era delincuente pero era muy despreciado por sus demencias. Aparecía por aquí, aparecía por allá, era más rastreable por redes sociales que por cualquier otro medio. Encamador había reescrito la historia  urbana nacional jodiendo a la sociedad, siendo un incomprendido hasta el último día de su vida, pero algo era seguro: Nunca le importó nada, absolutamente nada, y por extraño que suene, disfrutó mucho viviendo así.

Analeida entró a la oficina del Diario el Teclado, ese prestigioso periódico online que nació de los vestigios de aquellos periódicos reducidos a escombros durante la Gran Guerra Civil de la UNASUR. En Diario El Teclado hay unos androides muy parecidos a los que se veían hecho verga en Wall-E, que te atienden de una manera muy servicial, aunque sus voces sean muy gays. Aneleida solo quería que le dieran su oportunidad de confesar qué le paso a Encamador.

 Un caballero de fina estampa, peinado hasta la perfección, tirantes negros sosteniendo sus pantalones al más puro estilo retro que se había puesto de moda en la década de los 2070´s, recibió a Aneleida en su despacho.

-¿Por qué es un humano el que atiende este Diario?- Preguntó la niña.
-Niña, nosotros inventamos a los robots, nosotros conectamos a las computadoras y nosotros los llenamos de contenidos, somos sus dioses, seguimos siendo sus jefes.
Aneleida educadamente se sentó en la silla del escritorio.
-Dices que tienes una confesión que hacer. Este no es una comisaría, pero sigue siendo válido ya que esto es un lugar de prensa, y si no has ido a una comisaría quiere decir que me tienes una exclusiva- le sonrió.
-Encamador se fue al cielo por mi culpa.
El editor sonrió por pocos segundos, para luego explotar en carcajadas, moviendo hojas solo para tener ocupadas sus manos.
-¿Tú mataste al Encamador?
-No exactamente- respondió Analeida, inmutada ante tal reacción del hombre- Pedí un deseo de Navidad con toda mi fuerza, que Encamador se convierta en un hoyo negro.
El hombre ya no entendía nada, mas hizo una pregunta para aferrarse a algo de coherencia.
-¿Supermasivo o de los normales?
-Supermasivo, señor. De los que hay en el centro de cada galaxia del Universo. Supe que ese era su última voluntad si algún día moría.
-Niña ¿Cómo te llamas? ¿Anilina?
-Ane
-Mira, Ane, ese payaso cretino no ha sido más que un necesitado de atención desde la primera vez que salió en YouTube ¿Por qué tenía fanaticada? Yo que puedo saber. Nunca fue lo suficientemente poderoso para ser una molestia política, pero tampoco fue tan corriente como para pasar inadvertido. Ese maldito tenía ingenio para sostener un equilibrio entre villano y superestrella. Tu solo te dejaste llevar por lo que el consideraba "La Mejor Página Web del Mundo".
-La más arrecha.
-¡Lo que sea! El punto es que no tengo tiempo para deseos de Navidad de una niña de 10 años.
-Once.
-¡Deja de corregirme! ¡Odio cuando los niños se quieren portar como adultos!
Pasó un momento de silencio mientras el editor se volvía a sentar en su sillón acolchonado.
-Sé que Encamador se fue porque se cumplió mi deseo. Ahora es un hoyo negro supermasivo.
-¡Saquen a esta niña!

Aneleida creció mirando al cielo muy de vez en cuando, como la única lectora que creía en el destino de Encamador, envejeció como todos los demás hasta llegar al siglo XXII. Con el pasar de los años, la leyenda del Encamador se enterró en el olvido, se redujo a tan solo rayones en los pupitres y avatares de Internet. Aneleida no miraba la luz de las estrellas, miraba el espacio oscuro entre ellas.

Un día cualquiera ella soñó.

Soñó que despegaba sus pies del suelo, que volaba a velocidad supersónica hacia el cielo, hacia la negrura del espacio, asustada porque no había nada de qué agarrarse, la inmensidad del Universo es abismal. Pasaba planetas, asteroides, parecía chocar contra estrellas, sentía como su velocidad aceleraba hasta salirse de la misma galaxia.

Y de pronto el viaje terminaba con un vacío frente a ella. Un espacio negro, muy negro. Una oscuridad terrible como nunca antes había visto o sentido. A sus espaldas la luz de millones de estrellas; frente a ella la nada. Polvo estelar como el polen se movia como el cauce de un río hacia la inmensa oscuridad para desaparecer en un punto. Una tremenda voz sonó desde todos lados.

-¿Tú me convertiste en la fuerza máxima del universo?

Aneleida aterrada calló ante esa voz.

-Yo tenía sueño, para cuando me dirigía a comer mis galletas favoritas, tu voz sonó en mi mente y ascendí tan alto y tan rápido que seguramente quedé inconsciente - decía la voz - aunque aún recuerdo pasar entre miles de estrellas hasta que me hundí en una de las supergigantes, de las azules.

-E-¿Encamador?
-Tú me volviste Agujero Negro Supermasivo, y ahora es mi destino ser el Todo del Universo. JAJAJAJA.
-Pero ¿No era lo que deseabas?
-En realidad sí, pero nunca creí que esto fuera posible, solo mira lo que puedo hacer.

Una inmensa bola roja de plasma caliente atravesó a Aneleida quien dejó escapar un espantoso grito, aunque en realidad no recibió ningun rasguño. Lo que se cruzó como una esfera perfecta, terminó rasgándose en una espiral de luz que poco a poco se apagó, sin dejar rastro alguno.

-¡JAJAJAJA! Nada se resiste a mi poder. Todo será consumido.
-Todo tiene un propósito, tú me has traido aqui por algo.
-Eres lista. Mira, ser Agujero Negro es el tope de la existencia, pero hay un problema: Al final no habrá nadie quien admire mi proeza. Es ahí donde intervienes. Te voy a rebotar el deseo de Navidad.
-¿Disculpa?
-Sí, tu deseaste que yo me convierta en Agujero Negro Supermasivo, ahora yo deseo en esta Navidad que te conviertas en la última estrella del Universo. Estarás ahi cuando consuma la última partícula de materia en la historia.

Aneleida sintió cómo sus pies se volvían como los tallarines y viajaban a una velocidad mayor a la del resto de su cuerpo, para caer mentalmente en su cama. Extrañada, asustada, y asombrada, su corazón latía muy fuerte. Demasiado como para un viejo corazón de su edad.

Murió a una avanzada edad de muerte natural, la encontraron en su cama.

Millones de años después, medio sistema solar fue engullida por un moribundo sol, y en el lecho de su muerte, despidió las cenizas y el polvo de la vida que alguna vez habitó la Tierra. Aneleida se formó en algún rincón desolado del espacio, era grande, enorme, azulada, muy caliente, con una poderosa fuerza de gravedad y un campo electromagnético demente. Nada giraba alrededor de ella, salvo alguna vez una pequeña civilización avanzada que la orbitaba por algunos siglos con una nave nodriza. Debió ser la última porque ya no quedaban más estrellas y todo se volvió oscuro.

Fué cuando después de un tiempo que Aneleida le dio dolores de estómago estelar y reventó, sintió mucha presión después y ahora tenía un enorme agujero que aspiraba tan fuerte como un huracán, o más.

Entonces apareció Encamador.

-¡Qué grande y poderoso me he vuelto! Me he comido tantos agujeros negros que ahora tengo el porte de casi todo el Universo. Creo que con mi nalga puedo tocar un borde y arriba de mi cabeza me tropiezo con el otro.

-¿Y eso es todo?

-Aneleida, esa pregunta en tan graciosa en este momento.

-Es que es verdad, solo me has mantenido aqui para que alguien te vea. Mi existencia se ha vuelto muy miserable, sin sentir nada más que mariposas calientes en mi vientre, y ahora soy una cosa como tú, pero más pequeña. Ni siquiera sé a qué parte de ti le estoy hablando.

-Oh pero Aneleida, lo que te pasa es algo muy simple, no has sentido el amor, el placer o la gloria. Solo fuiste un puto sol enorme sin propósito.

-¿Y tú me podrías hacer sentir una vez más eso?

Encamador asintió un poco (no sé cómo pudo asentir, ya que era un jodido agujero negro supermasivo).

-¿Sabías que eres un agujero negro hembra y yo uno macho?

-No sabía que podíamos tener género.

-No te habías dado cuenta, que es otra cosa. Al menos somos los únicos vivientes. Es por eso.

-...Entonces, ¿Es posible que...?

Encamador acercó su punto de no retorno a Aneleida.

-Oh... esto es maravilloso. Es como si... esto fuera sexo oral. Oh...

-Ahora te haré el amor lenta y placenteramente. Los agujeros negros no nos destruimos, sino que nos hacemos parte del más grande para hacerlo aún más grande.

Aneleida fue cayendo a la espiral de Encamador, y mientras rozaban sus campos gravitacionales, ella gemía de placer. Era realmente sexo entre dos agujeros negros supermasivos.

-Me vas a volver loca, Encamador.
-Feliz navidad, Aneleida.

Y fue así como el Encamador se convirtió en el único y supremo Agujero Negro Supermasivo de la existencia, comenzando con él un reino de oscuridad total en el Universo. Con él terminó la historia de la Navidad y cualquier recuerdo que tuviera relación con este y cualquier otra cosa de la historia.

Si piensan que tuvo una vida triste, pues no es así, ya que en él, estaba almacenaba la información de entretenimiento, pornografía y filosofía de toda la existencia. Su imaginación era el mejor programa de televisión.

Esa fue la última Navidad de la historia.