Como el típico habitante de Guayaquil, me encontraba en el último asiento del bus tratando de regresar al Sur de la ciudad, cruzando la vía a Daule cuando divisé a lo lejos un cúmulo de personas rodeando no sé que cosa. Es extraño y poco usual que me despierte curiosidad algo que esté fuera del camino, pero un extraño presentimiento me decía que debía parar el bus y bajarme, casi como ese llamado del destino que alguna vez escuchamos.
Me bajé al vuelo y atravesé los carriles de la vía, sin prestar mucha atención a los grandes y pesados camiones que me pitaban y puteaban a la madre. Sabía que había dejado a un lado el carro que me estaba llevando, y que eso significaba media hora más tarde de llegar a mi lugar de destino, pero esa aglomeración, ese gentío, debía ser algo bueno, o tal vez un muerto, no sé, mi deber era sapear.
El escenario al llegar era el siguiente: Al pasar entre la gente agolpada, un hombre que tenía su camiseta blanca bañada en sangre estaba sentado al pie de la vereda al parecer esperando ayuda médica, porque de algún modo tuvo un accidente y el camión que manejaba se había volteado al salirse de la autopista. Su camión transportaba cartones y cartones de puro Cifrut.
Ver que una vieja se robaba un six-pack de Cifrut de naranja me hizo dar coraje, así que saqué mi navaja y amenacé a la gente. Yo gritaba " ¡a ver chuchas de su madre, me llevo el Cifrut!". Las personas se alborotaron y empezaron a saquear el camión. Yo por mi parte empecé a golpear a dos sujetos para quitarles las botellas de Cifrut que llevaban, y de ahí un muchacho creo yo de 15 años me quiso quitar el cartón de Cifrut que tenía junto a mí, por lo que le pegué un puñete. Un taxista cojudo que había estacionado su taxi para llevarse Cifrut también dejó el carro con las portezuelas abiertas, y su pasajero también estaba llevándose el Cifrut en cajas, mas yo aproveché que estaban distraídos para poner mi Cifrut dentro del taxi, siempre pila y mosca de que nadie me agarrara. Me pareció escuchar que alguien me reconoció por mi cara, pero nunca volteé a ver de quién provenía dicha exclamación, yo estaba con las manos ocupadas cargando tres paquetes de Cifrut. Yo pensé que tenía mercancía suficiente, cuando alcancé a escuchar al chofer del camión que sollozaba porque no le robaran el nuevo Cifrut sabor a granadilla. Yo paré la oreja y me arrojé contra la gorda que se lo estaba llevando, la tiré al piso y aunque ella peleaba como gato panza arriba, logré quitarle una caja al menos. Cuando un negro me quiso arranchar mi Cifrut, le quise cortar la cara con la navaja, pero salió soplado y se perdió entre toda la gente que se llevaba el Cifrut a vaca. Cargué el Cifrut de granadilla al taxi, logré encender el auto y me fui de retro, y a pesar de que el taxista se tiró al parabrisas perdió el balance y cayó al pavimento. Arranqué y me esfumé de ahi.
He bebido puro Cifrut de naranja. Tengo mi nevera llenita de Cifrut de 3 litros, de litro y personal. Tengo Cifrut en el congelador hecho hielo y por falta de espacio tengo algunos paquetes de Cifrut en el piso de mi habitación. Ya estoy cabreado del Cifrut, no he bebido agua en tres días, sólo Cifrut. No me da sed, pero bebo Cifrut por inercia. Meo Cifrut. No tengo a quien chucha regalarle Cifrut, y lo mas triste es que se me está acabando ya el Cifrut.
Lo más extraño de todo esto es que prefiero jugo Del Valle, pero queda demostrado que no hay nada mas rico que lo que te sale gratis.
Ya no más esa huevada. |