En este artículo no hablo de sexo


El guardia no se dió cuenta, pero me quedé escondido tras un peluche gigante en la sección de juguetes, mientras sentía como todo el personal abandonaba el supermercado. Me sorprende que dejan las luces prendidas en su mayoría, seguramente está conectado junto al sistema de refrigeración, que debe funcionar permanentemente si es que quieren preservar la comida.


Hice a un lado el oso y caminé por los pasillos, la inmensidad, la soledad, el silencio relativo. Lo primero que hice fue ir a la sección de lácteos ¿por qué lo primero que uno piensa es en comer? No al dinero, no a las joyas, a la comida. Luego recordé a los Doritos de limón y caminaba comiéndolos con una botella de Sprite de un litro. Realmente hay mucha basura en las estanterías que yo jamás comería. 

Tomé varias revistas y me senté en el puesto de un cajero a leerlos. Una rata inmensa cruzó, no le hice caso.

Me dio mucho sueño, esas revistas son aburridas, menos Selecciones, pero lástima que le dediqué atención cuando las demás ya me habían provocado sueño. Hice una cama muy original con un montón de peluches (lamenté que no había sección de colchones) y dormí hasta lo que creí prudente.

No puedes saber si ya es de día afuera, solo calculé, mi reloj biológico tiene una fama reconocida. Escuché movimiento en la puerta de empleados, me preparé, vi que la perilla de la puerta giró, me puse en mis marcas, un muchacho abrió la puerta, listo... ¡fuera!

El tipo debió quedar tan paralizado que cayó sin hacer el más mínimo gesto de detenerme, corrí, corrí lo más que pude, hasta salté sobre un auto, pasé por el techo haciendo gran ruido con mis pisadas y caí espectacularmente, pero sin dejar de avanzar, todos me vieron atónitos como dejaba una estela de polvo a mi paso. Corrí como si me fueran a meter preso por eso.

Me metí por la ventana de mi habitación, entré al baño a desnudarme mientras abría la llave de agua, agitado, rojo. No tomé nada del supermercado, no me traje ni un solo artículo, no me robé nada. Solo me puse mi ropa de andar en casa y me tiré boca abajo a la cama, a reír hasta dormir, con una gran sonrisa en la cara.

Por fin lo comprobé: El supermercado es un gran lugar para refugiarse en caso de una emergencia apocaliptica.