Dragon Ball Z: Batalla de los Dioses



Tres cuartos de Ecuador se han alterado por el contenido de la película Dragon Ball Z, como sí de asunto de Estado se tratara. Los nerds siempre serán nerds, sin importar la época como los llamen, frikies u otakus. Pero esta gente ya se merece un tate quieto, porque ya informan las bolas.

Es una puta película. 

La desmoralizante razón por la que esta película falla en encantar los ñoños corazones de la inmadura y barbuda audiencia es que, a decir verdad, la historia carece de antagonista.

Les recuerdo: Cuando ustedes tenían 10 años, les hicieron creer que Pilaf era un villano de temer y que Yamcha era un poderoso aliado. No pueden soportar que ahora de grandes, un director japonés les vuelve a ver la cara de cojudo con Bills.

Bills es un chihuahua egipcio con cuerpo del drogadicto qué pedía Amor Comprensión y Ternura en la tele. Y adivinen: Es un ser más poderoso qué cualquier enemigo qué haya pasado por la historia, conocido por todos los personajes supremos, Vegeta incluido, pero que omitieron hablar de él todo este tiempo, porque son sabidos.

El dios este despierta con el calzón al revés como cualquier pelada con estrés de Facebook, y decide conocer (no pelear, no eliminar, no enfrentarse, sólo conocer) a alguien que el pajarito de Nicolás Maduro le dijo que es un dios super saiyajin. No es Goku, pero debe serlo, porque ni modo que sea Brolly.
Aquí Bills junto a Miley Cyrus

El resto es un cliché japonés que solo se es permitido tragarse en América gracias al grandioso trabajo del grupo de doblaje de voz, con los conocidos Mario Castañeda y René García a la cabeza, porque contrario a lo que piensan los fans de anime más ortodoxos, eso de "mejor ver una película en su lenguaje original" no cuadra cuando viene de un lenguaje que no deriva del latín y se escribe con complejidad alienígena.
Dragon Ball Z Batalla de los Dioses cumple con la función de toda la vida y tal como fue concebido: Entretener. Aunque se redujo dramáticamente el tiempo destinado a las secuencias de peleas sobrenaturales a las que Z nos tiene acostumbrados, el relativamente poco tiempo de acción fue sincronizado y animado con toda la gloria del cine, un espectáculo breve pero satisfactorio. Noten que toda la acción fue desplazada por todo un relleno de situaciones japonesas que solo harían carcajear a un puberto, pese a ello, confieso que hubo un par de chistes que me hicieron reír.

Y aunque podría darle palo por los abismos argumentales y guión más o menos flojo, caería en la nerdosidad que justamente le critico a la gente fanática, por lo que digo que esta película está para ser disfrutada. Veo a Batalla de los Dioses como la puerta con la que inicia una posible nueva saga, para justificar el regreso de los personajes a la acción, ahora con ciertas bases morales y evolución de carácter, algo que hace rato debió pasar en la serie y a su monótono personaje principal. Por ejemplo, aunque pude apretar el vaso de mi Coca Cola con furia hasta derramar todo el líquido frío en el niño que estaba sentado frente a mi cuando vi la vergonzosa escena del baile de Vegeta, soprendentemente fue justificado casi al final de la película, dejando a Vegeta como el mejor plantado de la película. Esas cosas deben saber notar, antes de quejarse por pendejadas.

Batalla de los Dioses no es lo que debería, ya me estoy hartando que cada vez las excusas para sacar villanos más poderosos se vuelven más inverosímiles, pero así es la animación comercial. Lo destacado es la masiva respuesta del público, porque por favor, me place más ver un cine lleno por Dragon Ball Z (y llenado por gente mayor) que un espacio público para el presidente de tu país y su sudamericano gobierno, o un estadio lleno de idiotas y su sudamericano deporte.

CALIFICACIÓN 8/10 Vayan a verla al cine, carajo.