Antes que nada, quiero dejar bien en claro mis sentimientos acerca de la atención al cliente, sobre todo de los bancos, específicamente de Guayaquil:
Quiero que sepan que son todos unos hijos de puta. Que bajo su filosofía de que "la gente vale verga" hacen del banco una experiencia aberrante, con su servicio medieval y arcaico que hace trizas todo intento de tolerancia hacia el prójimo. Es mi deseo ferviente que todos ustedes, junto a sus jefes y gerentes, perezcan ahogándose en fuego cuando sus entidades bancarias ardan en llamas, hasta que no quede un solo centavo sin reducirse a ceniza. Se los repito hijos de puta: Son unos hijos de puta.
Dicho esto, el otro día entre a un banco. Mala idea.
No debía ser muy complicado, solo tomar el turno como gente civilizada de primer mundo, esperar mi turno sin interactuar socialmente con nadie, pedir un pequeño arreglo a un asunto y abandonar ese helado edificio. Pero no, nada de lo que había idealizado en la descripción anterior se cumplió.
Un espermatozoide gigante con extremidades desarrolladas atendía en el Servicio al Cliente, usaba zapatos tenis como si nadie lo notara, y en su escritorio tuvo por más de dos horas a una pareja de ancianos que estaban firmando sabrá Ganesha qué cosas. Reitero y no exagero: Los tuvo por dos horas. No sé qué complicado sea llenar un maldito formulario, yo lo hago en un minuto, un examen escolar se lo resuelve en 10 minutos, un test de coeficiente intelectual hasta 30 minutos, pero ahí estaban estos ancianos asesorados por esta golfa durante dos horas, y a mí me tocaba dos turnos después de ellos.
Mientras estaba sentado como un caballero, mi mente visualizaba cómo esta maldita se derretía como si estuviera hecha de cera, mientras yo con una hoja de afeitar gigante la partía en dos desde la cabeza hasta las entrepiernas, para en una explosión de energía tipo Dragon Ball destruía con mi furia todo el banco y el País entero, como una advertencia al Fondo Monetario Internacional para que sepan de mi gran poder opositor.
Confieso que me dio un poco de temor ver que todos los que esperaban a mi alrededor eran ancianos, supongo que estaban haciendo fila desde tiempos inmemorables, pero yo tenía otras cosas que hacer, como intentar reproducirme con preservativos puestos y nunca lograr la concepción.
Es por eso que tengo mi lista de sugerencias para la SuperIntendencia de Bancos que revolucionará la forma como atienden los bancos al pueblo que tiene su dinero.
*Las filas de los bancos no deben atenderse por la edad, sino por la importancia. Gente miserable que viene a hacer transacciones con abominables cantidades de dinero incontable debe ir a una pocilga donde el más anciano de los cajeros lo atienda, mientras que gente normal como nosotros que solo desea hacer cosas normales como meter menos de $300 o preguntar algo estará en una fila express con más de 20 cajeras, todas pechugonas y semidesnudas, y mientras que estemos en la fila, se nos servirán manjares y bocadillos en recompensa por depositar nuestro dinero en manos de perfectos desconocidos.
*La gente simple y sencillamente no debe entrar con menores de 12 años. Coño con esta gente. Cómo pudre ver a un hombre pretender ser atendido con prontitud porque se cree padre soltero haciendo fila con un bebé en brazos, mientras la muérgana de su mujer espera afuera. Cuando un niño entre a un banco, este debe ser apuntado con todas las escopetas del edificio hasta que salga, para no romper la armonía de la fila. Considero que los bebés son más amenazantes que una gorra o unas gafas de sol.
*Los cajeros automáticos solo deben dar un plazo de un segundo para pulsar el botón correcto para la elección del cliente. Si el cliente es muy cojudo, la máquina debe encriptarse y bloquearse hasta que el mencionado cojudo se aleje de la máquina, y su derecho de retirar dinero debe negársele por 14 días.
*La gente que diga "¡Siga!" a la persona que está a punto de ser atendida en el banco debe ser retirada a los patios del edificio para ser apedreada. Esto es tan fastidioso como el esperpento de conductor que pita como si con eso empujara los carros o mágicamente los semáforos pasaran de rojo a verde. Esta gente debe desaparecer.
*Hay que fomentar el comercio electrónico. Ya basta de hacer filas, sobretodo para hacer un acto tan pendejo socialmente como depositar el dinero de uno a una institución. Nótese que estas instituciones bancarias atienden cómodamente a quien venga a depositar quintales de dinero, mientras que poner a hacer largas filas es el trato que le dan al ciudadano promedio por no depositar cantidades importantes para ellos.
*Cuando un infeliz quiera salirse de la fila y pedirte de favor que te cuide el puesto, el Estado debe garantizar que el puesto debe pagar un impuesto, es decir, tienes garantizado el derecho de cobrar por esa tonta guardianía injusta. Yo generalmente cobro $2 por recordar que atrás mío iba una persona, por eso nadie quiere hacer eso mientras yo esté. Me parece justo, uno no puede andar haciendo favores en un edificio donde todo es dinero.
He escrito todo esto porque quiero un país libre de pendejadas. He dicho.