Mis Crónicas de Cuenca

Hola.

Muchos de ustedes se preguntarán dónde he estado todos estos días que no he escrito nada en este sitio...

Mentira ¿A quién engaño? Ninguno de ustedes preguntó por mí en mi ausencia, hijos de puta.

Pasé mis encamadoras vacaciones en Cuenca, una ciudad muy hermosa y colonial. Mientras todos ustedes se asaban en vida en las áridas playas de la costa, El Encamador, resabiado a más no poder, dirigió su mirada hacia las montañas una vez más, tal como lo hizo el año pasado, para cumplir la profecía escrita en un antiguo papiro inca: Visitar Cuenca.



Así que trepado en bus, y obligando a los autos que iban a la costa a salirse del camino, emprendí rumbo a Cuenca, no sin antes mandar al sable a una mamaverga que le pegaba a sus hijas que vomitaban de lo mareadas que estaban en el carro.

Son menos de cinco horas de plácido viaje. Soy un hombre que gusta de las temperaturas frías. Cuenca alcanza apenas los 15 grados si está de buenas, 8 grados en la noche si no le agradas. Justo para las fiestas del Carnaval, la ciudad hace un tributo a Silent Hill y se pone desolada, justo como a mi me gusta. Gracias por permitirme saborear un sueño por, al menos, cuatro días.

Oh, yeah.


Gracias a mi amigo Franz, recorrimos la ciudad en automóvil para conocer sus puntos destacados. Lo primero que observo es que al parecer Cuenca está hecha de legos, o mejor dicho todo está construido con ladrillos, pero de tal manera que lucen y no se enlucen. Sus avenidas principales son muy limpias y ordenadas, las calles céntricas aún conservan el estilo de piedra como hace muchos años atrás. A diferencia de Guayaquil, no vas a encontrar edificios altos aquí, lo cual me parece genial para apreciar el cielo. Con todo esto, el aspecto general de las casas es muy colonial. Aún conserva ese ambiente del siglo XX, sin que esto signifique que son gente retrasada: Todo lo contrario, hablo de gente muy culta y educada que aprecia muchísimo el arte.

Se parece a un amigo.


Ahora vamos a lo que más nos interesa: LA JAMA. Eres un cojudo si te mueres de hambre aquí. Cuenca es un zafarrancho de restaurantes y puestos de comida ¡Y qué buena comida! Cada cuadra tiene mínimo un sitio para llenar el buche. ¿Extrañas la comida guayaca? En Cuenca hay encebollado que no tiene nada de qué envidiarle a la versión costeña.

Los cuencanos tienen una extraña adicción por los helados ¿Por qué coño toman helado en una ciudad tan fría? Sobreviví mi estadía a punta de capuccino caliente.

NOTA: Mi teoría de la pizza cara ha quedado comprobada. En Cuenca (y en un restaurante gourmet)  una pizza más grande que la mediana cuesta apenas 4 dólares. Comparada con la mierda familiar que aquí venden a 13 dólares, estoy pensando seriamente mudarme a Cuenca.

Mi pana Manuel se la come doblada.

Una señora extranjera golpeada en 1984. Esto se encuentra puesto afuera de una casa.
Con todos los muchachos en Cuenca.
Vicky estuvo aquí.

Hay mujeres hermosísimas, me provoca pegarme una escapada y gastar una caja de condones en esa bendita ciudad. Habían nalgas por doquier y... oh, mejor me detengo que estoy escribiendo depravado, teeh hee...

Tuve la oportunidad de visitar El Cajas, a las afueras de Cuenca. Tal vez por las condiciones climáticas no me fue posible ir a las localidades más extremas de allí, pero hasta donde llegué estaba muy bien. El frío depilaba mis nalgas, y mis manos estaban pálidas del frío al que no estoy acostumbrado, pero es un sitio genial para visitar. Tienen un tributo a Obi Wan Kenobi.



En fin, cinco días geniales de fiesta, joda, paseo y encame. Si me dicen para ir de nuevo a Cuenca, claro que vuelvo con mucho gusto. La gente es muy amable y el agua muy fría (aprendí al técnica ninja de resisitir al agua helada, supongo que así se ha de sentir ser bañado por castigo indígena), excelente comida y la hospitalidad es de lo mejor. Definitivamente Cuenca se ha ganado el sello de ser una Selección del Encamador.

Saquen pica cuencanos, ya son Patrimonio Cultural de la Humanidad y una Selección del Encamador.