Ciudad Pedorra


Hay un país que no diré cómo se llama, pero todos saben cuál es. Cada doce años, sus adolescentes pendejos alcanzan la mayoría de edad, osea que ya pueden manejar carros, votar por líderes, consumir productos. Como no existe una Constitución reconocida y aceptada por todos que establezca qué es lo "cool", pues cada una de estas generaciones se la saca de la más tibia profundidad de los huevos. 


En el siglo IXX, sus ancestros optaron por el aguardiente, ya en el siglo XX manifestaron que "cool" es  servir a la Patria, una generación después dijo que tener empleados es "cool". Otra generación afirmó que vestir de extranjero era "plenazo" y así salieron generaciones y generaciones.

La última camada de jóvenes, la que vive en este preciso momento mientras lees esta huevada, está harta de que tirarse pedos a escondidas sea ofensivo para el resto, así que han llegado a un acuerdo para considerar al pedorreo público como un acto bacán y normal.

Estos neofilósofos de baño tienen algunos argumentos:

-Tirarse pedos es algo muy normal, es parte del cuerpo humano, es un acto natural.
-Hay gente adinerada que también se tira pedos, y mucha gente cree que no lo hacen, pero es cierto. Hay que romper el mito de que las mujeres no se tiran pedos, basta ya de tener un pensamiento troglodita.
-Los que te desprecian porque te tiraste un inocente pedo se burlan de uno por actuar diferente. Esta gente es intolerante. Si revisan la historia, Isaac Newton se tiraba pedos.
-En Estados Unidos y en Europa esa etapa ya se ha superado ¿Por qué seguimos retrasados?
-Cuando era niño reflexioné mucho y comprendí que un pedo es honesto y no es tan malo. Los abusadores que bullean a la gente pedorra lo hacen por miedo a algo que no comprenden como es la flatulencia pública. Ya a mi corta edad tenía madurez para entenderlo.

Ya se sabía que en las más exclusivas (por ende poco populares y lejanas) discotecas y bares de las afueras de la ciudad, allá donde te sientes que abandonas los asuntos de interés que no te competen (porque eres un adolescente mayor, pero adolescente al fin y al cabo), los muchachos gozaban de pedorreo público y flatulencia. No era sonora, por cierto, pero eso era solo de parte de las mujeres. Los trombones humanos eran los hombres.

Si conversabas con estudiantes universitarios, se hacía más frecuente que conocían a uno que otro que se tiraba sus flatulencias al caminar, pero "fresco, allá ella". Otros de esta generación trasladó la tendencia al cine, exponiendo la realidad desconocida y nunca antes contada sobre el hábito urbano de tirarse pedos sin pudor. Su cinta recibió muchos aplausos de focas, y críticas de toda clase. 

Psicoanalistas expertos diplomados en ciencias de la locura (como si eso fuera posible) analizaron el gas, una emanación de compuestos de azufre y ácido butírico, desmitificando aquella vieja y oxidada creencia religiosa de que el pedo era el soplo de Satanás, Príncipe de las Tinieblas y hater de Dios.

Los Gobiernos de turno trataron de evitar el tema, a los jóvenes no les gustaba eso, porque exigían que se abrieran espacios y se tomara conciencia de que el mal olor proveniente del ano debe dejar de ser tratado como grotesco y de mal gusto. Pero es normal que las autoridades no quisieran darle tal importancia al asunto social pedorro, su postura comunicaba que no querían darle importancia a un asunto de mierda. Un sector aplaudió, pero la juventud "ciudadanos del mañana, futuro de la patria" se resintió.

Y así fue como una cultura que pudo tener identidad, se llenó de un tufo hediondo, metafóricamente. El presidente hacía un facepalm mental cuando le llegaban cartas de estos grupos, y si acaso le tocaba aguantar un discursillo de estos jóvenes, realmente ponía una mirdada de ¬ ¬.

Al final del período de vigencia de este grupo de jóvenes ya adultos, el problema terminó siendo un asunto de aniñados intelectualoides, de hecho, parece que nunca debió ser problema y siempre estuvo solucionado. Ahora ya grandes, se dispusieron a trollear a la generación de los que venía detrás de ellos, los que quieren imponer que iluminarse las venas con sangre fluorescente es "cool".