Un Cuento Encamador de Navidad 11

Caía una nieve moderada en Guayaquil. Los autos llegaban uno tras otro mientras el público se amontonaba a las afueras del templo. Corría el rumor de que el supuesto Santa Claus había sido capturado por las fuerzas navales encamadoras, interceptado en pleno vuelo de escape desde Saigon gracias a una confesión voluntaria de un acaudalado productor de una disquera de reggaetón acusado de usura, estafa, extorsion, lavado de dinero y esclavitud moderna. Ofreció todo lo que querían escuchar a cambio de una rebaja de su condena y que no toquen sus propiedades en una isla que sirve de paraíso fiscal al norte de Puerto Rico.

El Encamador jugaba Nintendo Switch en su depacho de gobierno mientras su asistente le interrumpe:

-Lord Encamador, el débil y temeroso estado de Puerto Rico reclama el por qué se realizan ensayos nucleares al norte de su isla.

-Díganle que no negociamos con terroristas. Carambas, paraísos fiscales hay en mi gobierno, ¿Estos reguetoneros creen que no me voy a dar cuenta de su casino en Puerto Rico? ¿Y ahora quién llama?

En su celular estaba el Emperador del Dragón, a quien Encamador tenía agregado como "El Chino" parpadeando en la pantalla.

La desconcentración lo hizo perder la partida del juego que tenía al frente, y fastidiado, se levantó de su trono para acudir al gran juicio público. Quiso entrar a su closet para colocarse un terno, pero descubrió que dos lesbianas estaban en tremendo intercambio de fluidos corporales dentro. Aunque reconoció a una como la diseñadora gráfica del Imperio, no supo quién era la morena a quien le estaba dando placer. Prefirió no perder su tiempo ni interrumpir aquello -Será sin terno, qué carajos - pensó para sí mismo.

Ya afuera de su oficina, su guardaespalda personal, una esbelta rubia con armadura de élite se movió de la puerta mirando para todos lados. El emperador chino ya cruzaba el otro lado del salón: -Ahí estás ¿Por qué no contestas mis llamadas?

-Agh.. pareces viejo haciendo llamadas en lugar de escribir - respondió de mala gana el Encamador, como quién se fastidia de ver a un familiar.

Se estrecharon rápido las manos y avanzaron al coliseo. La guardaespaldas los seguía con paso militar.

-¿Y ahora sí organizaremos el Mundial?- sonreía el chino.
-Precisamente por eso disolví los estados, Hong. Ya no tiene sentido crear un mundial con solo cuatro reinos en el mundo. A mi no me divierte. Haz tu mundial de fútbol con tus provincias, o inventate algo pero a mi no me molestes. Mira que no te lo estoy prohibiendo.

-O sea que más importante es meter a la cárcel al viejo barbón que un evento deportivo.

El Encamador solo se detuvo al tomar la puerta para responder con categoría: -Pero porsupuesto.

Al entrar, sonó metal pesado para presentar al líder supremo de la Tierra, el emperador Encamador. El Emperador asiático torpemente entró, ya que no le tocaba su ingreso por allí pero ya había pasado, asi que bajó al lugar que le correspondía en primera fila junto al rey de Tierra de Fuego, el Patriarca del Norte, y la Presidenta de Megamerica.

-Bien muchachos, traigan a Santa Claus- ordenó por micrófono El Encamador. Gritos de júblio se escuchaban afuera.

Rodeado de decenas de soldados vestidos con armaduras negras, un hombre mayor, de piel pálida y barba espesa fue traido esposado de manos, sin camisa. Miraba con odio al Encamador que ocupaba el centro del estrado. El lugar que le tocaba a Santa era a un lado, tal cual un juicio.

-Bien Santa, no quiero ser grinch pero debes firmar tu jubilación.
-¡El Polo Norte no figura bajo ningún gobierno!
-¡La navidad se termina ahora!
-¡No tienes derecho!
-¡Soy quien gobierna este puto planeta! - golpeo la mesa el Encamador. Los soldados levantaron sus armas para apuntar a Santa Claus.
-¿En serio? ¿Aquí en frente de todos tus ciudadanos a quienes le sirves? - habló desafiante Santa Claus, colocando sus manos esposadas para que todas las cámaras lo enfocaran.

El Encamador contenía la ira, buscando qué contestar. Hasta que dijo:

-Y suponiendo claro que el viejito barbón buena gente no le envía regalos al Cartel ¿Necesitas hacer tan largo viaje en trineo hasta Australia? ¿Qué tan lejos tiengo que separar a la escoria del mundo para que no jodan?

-Yo no le doy nada a gente mala - respondió serio Santa Claus - si hay gente buena en Australia, pues hasta allá iré.

-¡Puse a todos los narcotraficantes en el culo del mundo y convertí a toda esa isla continente en una letrina social del planeta, porque era peor detonar bombas nucleares en medio de América! ¿Y qué hicieron? Ahora matarse por ver quien se queda con los últimos dólares del mundo. Destruí esa jodida moneda, destruí cada negocio...

-Si ya sé, ya sé...- cortó Santa Claus.

-...cada dolar que tienen es un papel que vale menos que las cenizas que bota este hijo de puta - Señalando al rey de Tierra de Fuego - ¿Y aun así joden? ¿Quién los está armando? ¿Quién si no tu, el único que entra y sale de Australia sin credencial ni aeropuerto?

-Yo no le doy nada a gente mala.

El Encamador quedó en silencio. Estaba planeando su siguiente movimiento. Miró las cámaras, los testigos, lo que quería hacer no podía verse en público.

-Llévenlo al calabozo.

Santa Claus hizo poco esfuerzo para safarse de los policías que se lo llevaron. El Encamador sonrió a los demás mandatarios, en señal de que todo estaba bajo control.

Al bajar al calabozo, el Encamador se dirigió a su sombra vigilante que tenía por guardaespalda: -Niña, deja la caja aquí y déjame solo, a partir de aquí entraré solo.

-Pero señor...- contestó con voz robótica.
-No me discutas y espérame afuera.

Su guardaespaldas hizo un gesto duro de molestia, pero obedeció.

Sonó el sistema electrónico y la entrada se abrió, cruzó un pasillo de espejos y llegó a la caja de vidrio transparente donde Santa Claus estaba recostado de espalda, aunque claramente se podía ver todo desde afuera. La habitación estaba suspendida en un abismo negro infinito, pero toda la estructura era muy resistente, por ningún lado se encontraba el más ligero rasguño.

-Vamos anciano, no debes cargar este peso...
-No me engañas, Encamador. Veo a través de la magia.
-¿Ya? Continúa.
Santa Claus se reincorporó para mirar de frente al Encamador.
-Ningún hombre en la historia logró ascender tanto en tan poco tiempo. Toda esta burla del Imperio de la Tierra, tú como soberano absoluto y esta... mentira de sociedad perfecta y libre de problemas. Es obvio lo que estás usando.

El Encamador sonrió y bajó la mirada, dirigiendose a la caja negra que dejó en la mesa transparente. Entonces pidió:

-Tú tienes algo que yo quiero. Creo que me sirve más a ti que a mi.
-Estás usando la Gema de la Realidad. -dijo en tono sombrío Santa Claus.
-¿Y tú cuál Gema del Infinito estás usando? Porque para ser anciano tienes un estilo de vida bastante agitado.

Santa Claus cerró su boca y todo fue silencio absoluto, hasta que El Encamador cortó:

-Tengo tantas cosas que hacer en Navidad.
Santa Claus soltpo una corta risa - Como el cuento Encamador de Navidad 10.
-Ya lo estaba haciendo.
-¿Y quieres que me trague ese cuento?
Encamador fue más serio aún: -Mira anciano, entrégame la gema que tienes, y tus problemas se acaban, entrégame la gema y tu hijo no saldrá herido.

Si Santa Claus era blanco, el miedo lo puso más pálido hasta que podía notarse sus venas. El Encamador supo que lo tenía donde quería.

-Oh sí, anciano. Tu hijo aun no nacido, tu futuro heredero en tu cruzada de recorrer el mundo en trineo regalando premios a los niños buenos. Sé que es varón, sé que es tu boleto de jubilación para cuando decidas retirarte. No tiene que ser así, entrégame la gema y no le pasarás esa maldición a tu hijo, píensalo, visualízalo, una vida libre de problemas. Anda.

Santa Claus estaba devastado, su puño apretaba de indignación, pero al final doblegó. De hecho una risa empezó a crecer en su cara mientras con su magia hacía aparecer la Gema del Alma en su mano. Entonces le dijo.

-Solo tengo una pregunta, Encamador. Aunque tengas esta Gema del Alma, obtener las seis Gemas del Infinito es  una misión imposible, nadie en el Universo podrá reunirlas todas ¿Qué ganas con juntar la tuya con la mia?

-Ah, ahí es donde te equivocas, anciano...

El Encamador tomó la Gema del Alma y la colocó en la caja que trajo, de donde extrajo un collar dorado con el resto de gemas.

-...porque no es una misión imposible. Ya ves que todo este mundo, incluyendo esta misma cárcel donde estás parado, es fruto de mi experiencia con la Gema de la Realidad. Y ahora con un solo chasquido, yo seré...

Y tronó los dedos. Para cuando Santa Claus quiso reaccionar, un trueno de luz lo envolvió. Y el lector de este cuento se quedó mirando esta pantalla.

-...yo seré Papá Noel.