El otro día casi muero


El otro día tomé un taxi que me llevara del centro al sur. Era el mediodía, y por esto de la nueva regularización de la velocidad máxima, no creo que hayamos ido a más de 60 kilómetros por hora. Entramos a la avenida Machala, paralela a la avenida Quito, y sucedió.

Al pasar un semáforo, un enorme bus casi se nos viene encima, frenando tan rápidamente, que quedó a un metro de mi ventana.

Las calles se caotizaron, de repente en todas las esquinas habían pitos de autos y fierros golpeando. Parecía la escena de Duro de Matar 4, porque resulta que todos los semáforos se apagaron, provocando confusión en los choferes, ya que asumieron que todos tenían el derecho a circular.

Cuando vi que el bus se acercaba a mi, tan cerca que podía ver su motor a través de las hendijas, temí que iba a morir, y lo único que recuerdo que grité fue: "¡Chucha!".

No dije "Dios mío", insulté y dije "Chucha", al borde de la muerte.

Soy un buen ateo, de los auténticos, de los seguros y certeros, no los de moda.

Durante todo el resto del camino, de lo único que hablaba con el conductor del taxi (que hasta antes del suceso habíamos pasado mudos) era de lo excitante de ver la muerte de cerca. El no hablaba mucho igual, pero yo hasta me quité el cinturón de seguridad para hablar más enérgicamente, diciendo a cada rato "¿Lo vio? ¿Lo vio?" y miraba hacia atrás, como perro afuera de la ventana, esperando que sucediera algo en el camino que dejamos.

Llegué a la casa de mi novia a contarle lo sucedido pero nadie me hizo caso. Se los comparto porque fue casi arrecho. No lo nieguen, se entretienen viendo noticias de accidentes mientras comen.

El punto es que grité "Chucha" y no "Dios mío", para que esos que critican la no creencia en Dios dejen de fantasear con que vamos a volver al bando cuando andemos de maricas con la muerte.