Sin agua

El día está tan soleado como cualquiera en la calurosa Guayaquil. El calor del aire me indica lo seco que está la atmósfera, ni una nube; esto está tan despejado que puedo ver estrellas distantes en pleno día, o tal vez Venus, o no sé que mierda sea esa huevada que estoy viendo desde mi ventana.

No me he logrado bañar en dos días. La pintura en mi cara está escamosa y quebradiza. Siento que ha sucedido un extraño lavado entre el sudor de los poros de mi piel y el maquillaje, dejando mi rostro hecho una real mierda  parecida a una pintura de un alumno de kinder. 



Estoy insoportable, he estado sobreviviendo a punta de baños de desodorante pero hace un rato se acabó y es el motivo de desesperación por escribir estas letras digitales. No hay agua en mi sector, y no tengo idea si tampoco hay en el resto de la ciudad o el País (bueno, Salinas debe tener agua, digo, está junto al mar, es una cojudez).



Mi estrategia para evitar la sudoración ha sido quedarme inmóvil en la cama, pero el plan se va al carajo cuando requiero alimentarme y eso es unos cuantos minutos después de despertar. Las paredes están calientes, el techo está hirrrrrrrrrrrviendo, mi piel está melosa y adhesiva, coño que hace calor, hijueputa. 

Es que están haciendo reparaciones en la tubería matriz de agua y demorará unos días.

Mis caracoles se han arrugado y se ven secos. No sé si habrán muerto porque están afuera y no pienso salir hasta la noche. 

No he probado caldo. Bueno, siempre me ha parecido insensato tomar caldo caliente en un clima cálido, muy a pesar de ser fan #1 del caldo de lentejas. Lo que en realidad me preocupa es que el agua fresca se acaba, y mi perra Layla está ladrando y aullando por que le llene su bandeja de agua. No puedo, mi reserva está bien delimitada, a ella le toca lo que caiga de la lluvia. 

El lector astuto que haya llegado a este punto dirá: "¿Pero si llueve, no debería por lo menos recoger lo que caiga del cielo?" .Es exactamente lo que he hecho, y con lo que Layla ha sobrevivido, pero entiendan que no es que llueve a cántaros. Diría que son fuertes lloviznas que apenas llenan tarrinas. 


Tuve una cortada en la mano, la sangre aún está ahí coagulada en el perímetro de la herida, no se ve genial. Mi poder abstemio es lo que aún me tiene con vida, aparte de que a lo lejos suenan los tanqueros, o así parece. Mierda, me siento Aaron Ralston hablando huevadas mientras me muero de sed en medio de una sequía.

La tubería que explotó fue por unas cajas de petardos y camaretas que enterré en el lugar, porque me parecía  lo más lógico ocultar la pólvora en un lugar húmedo y frío. No tengo ni puta idea de qué habrá pasado.

Y en estos momentos aún me mantengo en mi posición de que el karma no existe, porque si no, se me hubiera ido el agua solo a mí y no a media ciudad. Lo único que si suena en mi cabeza es: "Cuida el agua, hijo de puta".